Juan Mayorga
Hacia una filosofía del teatro
Summary
Excerpt
Table Of Contents
- Cubierta
- Título
- Copyright
- Sobre el autor
- Sobre el libro
- Esta edición en formato eBook puede ser citada
- Dedication
- AGRADECIMIENTOS
- ÍNDICE
- Los conceptos y los cuerpos
- I A modo de introducción. Sobre algunos conceptos en la obra de Juan Mayorga
- Dialéctica
- Crítica
- Elipse
- Mal y daño
- II Cómo responder al shock: técnica, experiencia e imagen dialéctica
- El nacimiento del hombre blasé
- La mirada de la prostituta
- Hacia una atención distraída
- III El método del trapero
- El teatro de la memoria de Mayorga
- La elevación del silencio a gestus
- La zona gris como elemento de distanciamiento
- IV El lugar del autor en el proceso de producción: escribir contra el espectador
- Teatro y educación
- En contra de la censura
- Hacia una sociedad de artistas
- V Constelaciones
- El gesto del coleccionista: La colección, Herencia, Entre los árboles
- La herencia como prolongación de la vida
- La relación del coleccionista con sus riquezas
- Reorganizar el mundo: proceder del Padre, suceder al Padre
- La casa: pensar entre dos focos
- Coleccionar: recordar mediante la praxis
- El descubrimiento de la imagen dialéctica
- Mapas: El cartógrafo-Varsovia 1:400.000, 581 mapas, Los yugoslavos
- El encuentro con el pasado. Testimoniar la falta
- Dibujar la historia, dibujar el tiempo
- Las zonas grises de los mapas
- Ecos
- El ángel anunciador: Angelus Novus, Sonámbulo, Legión, El guardián
- La llegada del Mesías
- La lucha por el conocimiento
- El ángel como alegoría barroca
- Ecos
- La traducción: El traductor de Blumemberg, La intérprete, El Golem
- El traductor de Blumemberg
- La traducción de Calderón
- De Schmitt a Blumemberg
- El Golem
- La importancia del mito en El Golem
- El surgimiento del doble como lo siniestro reprimido
- Bibliografía
Los conceptos y los cuerpos
Una obra sabe cosas que su autor desconoce. Cada vez que digo esto, no solo intento presentar una posición teórica, sino también dar cuenta de experiencias del tipo de las que me ha ofrecido el libro de Elena Cano Juan Mayorga. Hacia una filosofía del teatro. Elena ha establecido con mis textos una conversación que me ha hecho leer en ellos cosas que yo no sabía haber escrito, e incluso otras que se anunciaban en ellos sin que hubiesen llegado a escritura. Sé que en esa conversación ha sido fundamental la que al tiempo ha sostenido con su director de tesis doctoral, Fernando Broncano, quien no habrá dejado de reconocer en mi teatro motivos que él antes me inspiró.
Si tengo razonables dudas de que mi trabajo merezca el que la autora le ha dedicado, me parece, en cambio, indudable que las exploraciones de Elena Cano merecen atención. Serán útiles, desde luego, a interesados en el teatro que podrán orientarlas hacia otras obras y otros autores, así como a interesados en la filosofía que descubrirán cómo búsquedas de mi teatro tienen alguna relación con preguntas propias del quehacer filosófico.
Estamos ante una indagación que vincula filosofía y teatro emprendida por alguien que es una pensadora y una creadora teatral. Elena Cano conoce los conceptos y sus contingencias, pero también las de los cuerpos en el escenario, y sabe de la tensión entre unos y otros. Desde esas dos posiciones, la de la mujer de teatro y la de la filósofa, que son focos de una elipse que abre espacio a más elipses, ha indagado Elena Cano en mi obra dramática. Además de descubrirme la dependencia de esta respecto de pensadores y tradiciones filosóficas y respecto de creadores y tradiciones teatrales, me ha hecho consciente de conexiones tensas entre piezas aparentemente alejadas las cuales, sin embargo, comparten asuntos, preocupaciones, imágenes, motivos o dilemas. Me ha hecho consciente, desde luego, de que mi proyecto teatral, como mi programa filosófico, es, sobre todo, una reflexión en torno a unas pocas palabras.
Por todo ello debo darle las gracias. Y, desde luego, le estoy agradecido por haberme recordado a qué teatro, que no he alcanzado nunca, debo seguir aspirando. Un teatro que provoque no la continuidad del pensar, sino su detención. Un teatro cuyas representaciones no confirmen, sino interroguen. Un teatro que haga de cada uno de sus espectadores un crítico, esto es, un artista -pues, si no puede haber arte sin crítica, no hay auténtica crítica que no sea arte-. Un teatro que provoque la crítica hacia sí mismo. Un teatro que provoque la crítica del espectador hacia sí mismo. Un teatro que enriquezca a cada espectador en experiencia y combata el creciente dominio del shock. Un teatro cuyas fantasmagorías desenmascaren las del mercado. Un teatro que se oponga a la docilidad y al autoritarismo. Un teatro que el fascismo no pueda utilizar. Un teatro que nos ponga frente a nuestros dobles. Un teatro que, observando lo que hay, atienda a lo que ya no es y a lo que no llegó a ser. Un teatro trapero que enfrente a la dictadura del presente el silencio de los vencidos. Un teatro que aspire, como la filosofía, a suspender al espectador ante buenas preguntas. Un teatro que sea -como generosamente quiere Cano que sea el mío- inmediatamente filosofía.
A ese teatro, del que el mío se queda tan lejos, pueden acercarse otros. Leer este libro les ayudará a ello. Yo lo recibo como un regalo y como un desafío. Animo a acogerlo a quienes interese el teatro y a quienes importe la filosofía. Y, desde luego, animo a leer a Elena Cano y a seguir con atención sus futuros trabajos.
I A modo de introducción. Sobre algunos conceptos en la obra de Juan Mayorga
Las prácticas del arte no son instrumentos que proporcionen formas de conciencia ni energías movilizadoras en beneficio de una política que sería exterior a ellas. Ellas forjan contra el consenso otras formas de “sentido común”, formas de sentido común polémico.
Jacques Rancière, El espectador emancipado
Dialéctica
El presente trabajo se encuentra principalmente atravesado por la pregunta de Jacques Rancière en su libro El espectador emancipado (2008): ¿puede el espectador convertirse en un espectador productivo que adquiera las herramientas necesarias para emanciparse? Cuando el filósofo francés plantea esta pregunta lo hace apelando al arte crítico, aunque subraya que lo que constituye este tipo de arte no es la intención del autor, sino la posición que pueda tomar el espectador ante la escena, pues las numerosas críticas vertidas en el espectador a lo largo de la historia del teatro brotan de la presunción “mirar es lo contrario de conocer” y, por tanto, “lo contrario de actuar” (Rancière, 2010, pág. 10). De este modo surge la paradoja de la relación entre espectador y teatro: no puede haber teatro sin espectador y, a su vez, ser espectador produce embrutecimiento debido a la percepción de la observación como un acto pasivo, “ser espectador es estar separado al mismo tiempo de la capacidad de conocer y del poder de actuar” (Rancière, 2010, pág. 10). Sin embargo, Rancière no se deja convencer por el pensamiento dominante de la crítica teatral: si ser espectador es estar subyugado a la enfermedad de las sombras y transmite el mal del embrutecimiento, necesitamos otro teatro, un teatro que comprometa al espectador con la acción, porque:
Drama quiere decir acción. El teatro es el lugar en el que una acción es llevada a su realización por unos cuerpos en movimiento frente a otros cuerpos vivientes que deben ser movilizados. Estos últimos pueden haber renunciado a su poder. Pero este poder es retomado, reactivado en la performance de los primeros, en la inteligencia que construye esa performance, en la energía que ella produce. Es a partir de ese poder activo que hay que construir un teatro nuevo, o más bien, un teatro devuelto a su virtud original …, en el cual se conviertan en participantes activos en lugar de ser voyeurs pasivos. (Rancière, 2010, pág. 11)
A pesar de la búsqueda de los autores teatrales para encontrar la fórmula que pueda ayudar al espectador a despertar de su presunto estado alienado, Rancière considera que todas las formas han girado en torno a las investigaciones de Bertolt Brecht y Antonin Artaud o, en su defecto, a una combinación entre ambas corrientes. Puesto que más adelante nos detendremos en el teatro dialéctico, hagamos un brevísimo repaso por ambas formas teatrales. El extrañamiento o distanciamiento de Brecht tiene como objetivo desfamiliarizar las intervenciones artísticas con el fin de hacer visibles las injusticias a las que la ciudadanía se encuentra sometida estructuralmente. Este método teatral interrumpe continuamente la trama dramática con efectos que producen sorpresa en el público imposibilitando la identificación del espectador con la escena y, por tanto, la catarsis aristotélica. Con los efectos de extrañamiento, Brecht pretendía que el espectador cambiara su embelesamiento por un pensamiento activo que dotara de un sentido político la acción que transcurre frente a sus ojos. Para Brecht, el teatro es “una asamblea en la que la gente del pueblo toma conciencia de su situación y discute sus intereses” (Rancière, 2010, pág 12).
En cambio, Artaud sigue la vía inversa. Aunque su objetivo también se centra en el deslumbramiento del espectador, este será producido mediante situaciones impactantes y altamente emotivas. Así, el nombre teatro de la crueldad, también conocido como teatro de la peste, se construye en torno a una sucesión de escenas violentas que provocarían el despertar de las fuerzas adormecidas del espectador, enfrentándolo a sus conflictos más internos. Para Artaud, el teatro es “el ritual purificador en el que se pone a una comunidad en posesión de sus propias energías” (Rancière, 2010, pág. 13). Bertolt Brecht y Antonin Artaud son conscientes de las barreras que conforman al espectador contemporáneo e intentan sacudirlo con un shock estético. Sin embargo, mientras en el teatro dialéctico el lenguaje textual domina la escena, en el teatro de la crueldad será relegado a un segundo plano para hacer hincapié en la gestualidad.
Rancière considera que, debido a la voluntad educadora de los dos autores, ambos métodos han resultado igual de fallidos en la provocación del pensamiento activo del espectador porque, del mismo modo que el maestro debe ser capaz de suprimir la distancia entre su saber y la ignorancia para transmitir una idea, el artista debe saber derogar la separación entre la representación y el espectador. Para el filósofo francés la emancipación no es posible con una actitud paternalista que pretende enseñar, sino acompañando en la búsqueda de un conocimiento: se trata de guiar con preguntas para las que no se tiene una respuesta preconcebida. El maestro-autor no debe enseñar el modo correcto de pensar, sino poner en cuestión algo que el alumno no sepa, es decir, situar al espectador en un dilema que ha de resolver. La liberación comienza cuando se entiende que mirar también es una forma de actuar, observar, seleccionar, comparar e interpretar: “La emancipación, por su parte, comienza cuando se vuelve a cuestionar la oposición entre mirar y actuar, cuando se comprende que las evidencias que estructuran de esa manera las relaciones del decir, del ver y del hacer, pertenecen, ellas mismas, a la estructura de la dominación y de la sujeción” (Rancière, 2010, pág. 19).
Details
- Pages
- 172
- Publication Year
- 2024
- ISBN (PDF)
- 9783631909348
- ISBN (ePUB)
- 9783631909355
- ISBN (Hardcover)
- 9783631909331
- DOI
- 10.3726/b21239
- Language
- Spanish; Castilian
- Publication date
- 2024 (November)
- Keywords
- Juan Mayorga Teatro contemporáneo Teatro de la memoria Teatro dialéctico Ética Imagen dialéctica La intérprete Walter Benjamin El golem Los yugoslavos La colección Jacques Rancière Angelus Novus Igualdad de las inteligencias Estética
- Published
- Berlin, Bruxelles, Chennai, Lausanne, New York, Oxford, 2024. 172 p.
- Product Safety
- Peter Lang Group AG